
El río serpentea por el valle en medio de bosques que se alzan por las laderas de las montañas. Los finqueros nos saludaron desde la orilla, animándonos cuando nos acercábamos a un torbellino grande. En un momento dado, la embarcación pasa por una cascada alta que cae 180 metros al río, creando una nube permanente de partículas de agua. Al dejar San Agustín, allá arriba en las montañas las estatuas continuaban su vigilancia eterna.
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